16/4/12

TERCER CERTAMEN DE CANCIONES DE RAIZ FOLKLÓRICA


    La Academia del Folklore de la República Argentina convoca a compositores y autores a participar en el “Tercer Certamen de Canciones Inéditas de Raíz Folklórica” para alentar, apoyar y promover la creación de obras con ritmos que representen todas las regiones del país.
   El Certamen ha sido declarado “De interés cultural” por la Secretaría de Cultura de la Nación y está auspiciado por la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música–SADAIC, la Sociedad Argentina de Escritores-SADE, la Mesa Intersindical de Cultura “Néstor Kirchner” de la CGT, la Asociación Argentina de Intérpretes-AADI, el Festival Nacional de Folklore de Cosquín, el Sindicato Argentino de Músicos-SADEM y Radio Nacional “Folklórica 98.7”.
   Cada participante no podrá enviar más de dos obras a este certamen.
   La inscripción es gratuita y los trabajos podrán  entregarse personalmente en sobre cerrado de 9:00 a 15:00 hs. en la sede de SADAIC, Lavalle 1547, Capital Federal o enviarse por correo certificado a la sede de SADAIC poniendo en el sobre:

“Tercer Certamen de
Canciones de Raíz Folklórica”.
SADAIC
Lavalle 1547
C1048AAK-Buenos Aires
    La recepción de las obras será desde el 1 de febrero de 2012. A partir del 31 de mayo 2012 no se recibirán más trabajos. Para las obras enviadas por correo se tendrá como fecha de presentación la que figure en el matasellos del correo.
   Las obras (música y letra) deberán ser inéditas. Se entiende como inéditas las obras que no hayan sido nunca publicadas, y/o cantadas en público, y/o grabadas y/o incorporadas a videos y/o películas. ni premiadas anteriormente.
   Las obras deberán presentarse escritas en castellano y pueden contener vocablos pertenecientes a las lenguas de los pueblos originarios con su traducción al castellano al pie de la letra, en un ejemplar firmado con seudónimo en papel tamaño Carta, A4 u Oficio, la letra escrita a dos espacios, la partitura o la línea musical correspondiente y un cassette o disco compacto con la grabación de la obra.
   Este ejemplar y la fotocopia del original, se pondrán en un sobre cerrado que deberá llevar en su frente la identificación siguiente: a) seudónimo del o los autores y compositores; b) título de la obra; y c) género de la obra.
   En el frente de otro sobre cerrado que se incluirá dentro del sobre anterior, figurarán estos mismos datos y los datos verdaderos del o los autores y compositores (nombres y apellidos reales, nacionalidades, documentos de identidad, domicilios, C.P, teléfonos y correos electrónicos si los tuvieren).
   Se instituye un Primer Premio, (Diploma y  $5.000); un Segundo Premio, (Diploma y $3.000) y un Tercer Premio, Diploma y ($2.000) y tres Diplomas Especiales.
   Integran el Jurado Omar Moreno Palacios, Néstor Basurto, Cuti Carabajal, Aldy Balestra y Juan Quintero.
   Los jurados darán a conocer su dictamen antes del 31 de julio de 2012.
   La Academia del Folklore de la República Argentina, si lo considera apropiado, tendrá el derecho de editar un Disco Compacto con las quinces obras que elijan y decidir quiénes serían sus intérpretes.
   En caso de editarse un disco compacto, la empresa B&M Registros Culturales de La Plata, provincia de Buenos Aires, será la encargada de hacerlo en coordinación con la Academia del Folklore de la República Argentina.
   No se devolverán las obras presentadas en el presente certamen.
   La Academia del Folklore de la República Argentina no se responsabilizará por el extravío o daño que puedan sufrir los trabajos presentados.
   Para cualquier información adicional escribir a:  
     info@academiadelfolklore.com

Sede Provisional: Talcahuano 826, 8º piso, 1013-Buenos Aires. Argentina.
                                  Teléfonos: 011-4812-9370  011-15-6444-7808                            

30/3/12

JORGE COSCIA, SECRETARIO DE CULTURA DE LA NACIÓN: “LA CULTURA PUEDE SER APROPIADA POR QUIENES TIENEN CAPACIDAD DE DIFUSIÓN”



DE QUÉ FORMA SE IMPLEMENTA EL PLAN DE IGUALDAD CULTURAL PRESENTADO POR LA PRESIDENTA. CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE TECNOLOGÍA Y POLÍTICA Y POR QUÉ NO BASTA CON LAS INNOVACIONES TECNOLÓGICAS PARA DEMOCRATIZAR LA CULTURA.
JORGE COSCIA
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el 12 de este mes el Plan Nacional de Igualdad Cultural. El secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, habla de sus alcances, de la idea de cultura con el que fue concebido, de su base federalista y de la forma concreta en que conectará culturalmente al país.
–¿De qué forma se implementa concretamente el Plan Nacional de Igualdad Cultural?
–El Programa se propone introducir las políticas culturales en los formidables cambios tecnológicos que vivimos en el siglo XXI y hacerlo desde el punto de vista de una concepción política.
–¿Es decir que el adelanto tecnológico debe ir necesariamente de la mano una política que lo implemente?
–Sí, no todos los cambios tecnológicos son positivos en el logro de la felicidad de los pueblos y en la construcción de nacionalidad, ciudadanía e identidad. Por ejemplo, la visión positivista y liberal del siglo XIX que llevó a la construcción de una modernidad y de un concepto de civilización que condenó a la Argentina a un atraso de décadas. El gran ejemplo son los ferrocarriles, que fueron introducidos con un criterio de modernidad pero sirvieron para hacernos mucho más dependientes del Imperio Británico.
–¿De qué forma lo político entra en el Plan?
–En este caso, el concepto político es, fundamentalmente, utilizar la oportunidad que abren las nuevas tecnologías, los nuevos conceptos comunicacionales de televisión digital abierta, de conectividad, para aplicarlos a una difusión equilibrada, federal con una perspectiva latinoamericana e igualitaria dentro de la producción cultural, fortaleciendo los niveles de producción, difusión y recepción.
–¿De qué modo se va a fortalecer la producción?
–A través de las estaciones culturales.
–¿Qué es una estación cultural?
–Un lugar donde se registran en vivo obras culturales en 3D o en alta definición, HD, con la idea de transmitirlas en simultáneo por las distintas estaciones culturales de exhibición. Es decir que un hecho cultural que antes quedaba condenado o que era para 1000, 800 o 500 espectadores, ahora se transforma en un producto que puede ser difundido en las estaciones culturales para miles y miles de personas.
–¿Qué estaciones culturales están previstas?
–En una primera etapa van a ser estaciones culturales el Teatro Cervantes, El Centro Nacional de la Música, el Teatro Argentino de La Plata, Tecnópolis, el Centro del Conocimiento de Posadas en Misiones…
–¿En esos lugares se hacen producciones especiales para ser difundidas o se parte de lo que ya está producido?
–Se parte de una concepción escénica audiovisual. No se trata de hacer algo nuevo, sino de trabajar, por ejemplo, a partir de una obra de teatro, un programa coreográfico para que se transforme en un evento audiovisual que se pueda difundir. Nosotros ya hemos hecho algunas experiencias. Por ejemplo, se han trasmitido óperas del Teatro Argentino y a las salas de recepción ha ido mucha gente melómana vestida de la misma forma en que va a la ópera. La idea es que esto se multiplique a través de los centros de recepción que van a ser las sedes donde se van a exhibir las obras culturales que se transmiten desde las estaciones. Esto es posible sobre la base de una interconexión que tiene que ver con un trípode. Por un lado, el desarrollo que ya ha tenido Argentina Conectada y que ha sido muy bien explicitado en el último encuentro Patria Grande en Tecnópolis. Por otro, la televisión digital abierta. Y todo esto combinado con la Secretaría de Cultura de la Nación y su capacidad de producción y administración de cultura. Esto, por supuesto, tiene como protagonistas centrales al Ministerio de Planificación que es quien lleva adelante el programa Argentina Conectada y a la Secretaría de Cultura. Esto es clave ya que de esta forma apuntamos fundamentalmente a la construcción de una red federal de cultura digital.
–Esta red es uno de los ejes del Programa, ¿no es así?
–Sí, porque garantiza federalismo e igualdad. Luego está todo lo que tiene que ver con la infraestructura porque de nada sirve construir autopistas si no tenemos los autos modernos para que circulen en esas autopistas modernas. En este sentido, hemos comprendido la necesidad de una renovación de toda la infraestructura cultural que apunta a la recuperación de museos, de teatros, de espacios como el Palais de Glace, la misma Casa de la Cultura y una cantidad importante de ámbitos y espacios que son muy importantes. Aquí hay una doble conquista. Por un lado, transformar los espacios difusores y, por otro, arraigar el concepto de recuperación patrimonial que tiene en sí mismo un enorme valor.
–¿Cómo evalúa este proyecto en relación con la historia cultural de la Argentina?
–Creo que estamos en presencia de los cambios y de las inversiones más grandes que ha vivido la cultura de los argentinos, con una inversión de 952 millones de pesos que se van a repartir en ítems como la construcción de la Red Federal de Cultura Digital, la digitalización de cines, la promoción de radios, el fomento de las artes y la creación, es decir, las industrias culturales y un plan muy ambicioso de recuperación de infraestructura cultural.
–¿Ya están trabajando?
–Sí, ya estamos trabajando. Hay equipos mixtos integrados por Planificación y por Cultura. Planificación Cultural venía con mucha iniciativa en lo que tiene que ver con Argentina Conectada y televisión digital abierta. Como anunció la presidenta, ya tenemos un 95% de la gente con acceso a conectividad. Cultura venía trabajando en un programa de producción y de investigación audiovisual, por eso abrimos Centro de Producción e Investigación Audiovisual (CePIA). La verdad que es increíble el lugar al que hemos llegado cuando hace sólo dos años nos preguntábamos a dónde íbamos a llegar. Todo esto, por supuesto, está bajo el paraguas de la Ley de Medios Audiovisuales, porque nada se puede hacer sin un logro institucional como el que significa esta ley. Muchos pensaban que salía la ley y ya se lograba la democracia constitucional. Pero no es así, hace falta mucho trabajo y ese trabajo requiere un Estado que participe, que esté presente, que fomente, que facilite. Todo esto dinamiza la capacidad de la sociedad de tener mayor protagonismo en el plano de la comunicación.
–Es decir que aspira a una comunicación amplia en todo el país.
–Sí, lo tecnológico hay que verlo desde lo político y diría que lo político hay que verlo desde el punto de vista de la Historia, que no es ni más ni menos que la historia de la política. Lo que hacemos nosotros es abordar la tecnología con un concepto político igualitario. Con las mismas herramientas tecnológicas hay países que han construido hegemonía en detrimento de otras culturas. Todos los pueblos tienen cultura, pero hoy la cultura es tan grande como su capacidad de ser difundida. Hay países cuya propia producción cultural es apropiada por quienes tienen capacidad de difusión. El reggae jamaiquino ha sido apropiado por la cultura comunicacional hegemónica de las grandes grabadoras. Cultura vamos a tener siempre, pero si no la difundimos vamos a tener una cultura apagada no en su creatividad pero sí en su difusión.
Por: Mónica López Ocón
Fuente: Tiempo Argentina

ARTÉPOLIS - en 2013 - Arte para todos y todas!!!!!

Después del éxito de Tecnópolis, la megamuestra del Gobierno Nacional que convocó a 4,5 millones de personas durante 2011, el kirchnerismo prepara "Artepolis", una iniciativa similar para difundir la obra de los "trabajadores de la cultura".

"Debemos hacer un Artepolis como hicimos Tecnópolis. Los argentinos nos debemos un Artepolis", propuso la presidenta Cristina Fernández de Kirchner esta tarde, en el acto de lanzamiento del Plan Nacional de Igualdad Cultural. "La producción de arte y contenidos y la conexión de los trabajadores de la cultura es fundamental", agregó.

La mandataria incluso tiene pensada la sede: "El Correo Argentino será un lugar impresionante", opinó, luego de comentar que le había preguntado al ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, cuándo estarían listas las obras de restauración del viejo edificio del Palacio de Telecomunicaciones, que se transformará en el Centro Cultural del Bicentenario.

"Y el año que viene –Año del Bicentenario de la Asamblea del año XIII, de las libertades, porque se abolió la esclavitud– creo que le haríamos un buen homenaje al arte reconociéndolo, junto con la Asamblea", remató Cristina.

La iniciativa surgió del artista y humorista Miguel Rep, que publica una tira diaria en la contratapa del diario Página/12. Desde ese espacio, lleva semanas reclamando por el proyecto de "Artépolis", que ya tiene página propia en FBK.

fuente: CULTURA - PERFIL

9/5/11

Teatro del Picadero, la sala que insiste en levantar el telón

La sala que insiste en levantar el telónPor Alejandro Cruz
LA NACION
Redacción. Cinco de la tarde de hace unos días. Suena uno de los tantos teléfonos que hay alrededor.
-¿Se acuerda de que usted escribió varios notas sobre la demolición del Teatro del Picadero?
-Sí, claro. Fue hace varios años.
-En el 2007/8.
-Mire usted.
-Bien. Yo soy Ernesto Lerner, el dueño del Teatro del Picadero.
Así se inicia una charla, en la que este señor cuenta que tiene el teatro casi terminado. Entusiasmado, dice que se mandó una sala estilo Casacuberta, del Teatro San Martín, para casi 300 espectadores, y que en la planta baja mandó construir un bar para hacer espectáculos (”Tipo café concert, ¿vio?”). Y claro: camarines, baño para discapacitados, un hall enorme e infinidad de etcéteras que despiertan la curiosidad. Claro que no sabe cómo seguir (pero eso es otro tema).
Lerner es contador; da clases en la facultad y es inversionista. De espectáculos, confiesa no saber mucho. No. En realidad, dice no saber nada. Incluso agrega una frase contundente: “Yo no soy un hombre de la noche. Te digo más: ni siquiera soy de la tarde”. Días después, en medio del nuevo escenario del Picadero, agrega: “Es como cuando me propusieron hacer un hotel. Si yo en casa ni me sirvo el jugo de naranja, ¿cómo pretenden que le sirva el jugo a otro? Este caso es parecido. Yo te puedo administrar una obra de 20.000 metros, pero no te puedo administrar un teatro“. Tampoco supo que, cuando compró cinco lotes de impecable ubicación (Callao, pasaje Santos Discépolo y Riobamba), uno de esos terrenos lo iba a poner frente a un dilema que ahora le quita el sueño.
Cuatro años atrás, un vecino (el guionista Alejandro Machado) pasó por el pasaje y vio en la fachada del Teatro del Picadero un cartel de demolición. Rápido de reflejos, avisó a Basta de Demoler, ONG dedicada a la preservación del patrimonio urbano. Y ahí comenzó a correr la noticia: un megaemprendimiento diseñado por el arquitecto Mario Roberto Alvarez (el mismo que construyó el Teatro San Martín y la ampliación del Teatro Colón) estaba por demoler la sala en la que, en 1981, se realizó la primera y mítica edición de Teatro Abierto.
La noticia se expandió. Basta de Demoler presentó un amparo en el que adujo el valor patrimonial del lugar y exigiendo que se cumpla la ley 14800 (”Donde se demuele un teatro, se debe construir una sala de similares características”). A los pocos días, se hizo un acto de protesta frente a la fachada que contó con la presencia de gente de teatro. Un juez (Gallardo) dio lugar a la demanda. Intervino el gobierno. Al mes, se firmó un acuerdo entre las partes. Los encargados de hacer la torre y el edificio (el mismo Lerner, junto a su socio Simón Abel Groll) se comprometieron a construir un teatro e inaugurarlo cuando se terminara la obra. Por su parte, el gobierno porteño incluiría al Teatro del Picadero en algunas actividades. Entonces, vino otro acto. Esa vez, fue dentro de lo que había quedado de la sala, y fue para festejo.
La nota que dio cuenta de ese primer final feliz salió publicada en La Nacion el 6 de agosto de 2008. Otro 6 de agosto, pero de 1981, había explotado la bomba que destruyó al teatro y que intentó silenciar a una de las movidas culturales contra la dictadura de mayor significación histórica. Pero de todo eso (o que todo eso había sucedido en un lote suyo), Ernesto Lerner no sabía nada. “Fue la gente de Basta de Demoler la que nos contó la historia, porque no figuraba en ninguna documentación. Por eso, llegado el momento, nos pusimos todos del mismo lado”, recuerda.
Según el plan original, allí se iban a construir locales a la calle y oficinas. Muchas. Ocho pisos con todas las amenities . “Nosotros compramos cuatro lotes; éste era el quinto. Quiere decir que ya estábamos en una gran inversión que iba a ser eficiente en el momento de terminarla. Cuando nos enteramos de todo esto, nos propusimos reponer el Picadero”, cuenta.
Estuvo más de un año pensando qué hacer allí. Una vez, le sugirieron que el escenógrafo Héctor Calmet diseñara el teatro. El lo contrató y el arquitecto Roberto Fischman se encargó de la obra. Fischman venía de construir el teatro Astros. Una idea obsesionó al arquitecto: que de cualquier sector en el cual uno estuviera sentado viera el escenario. La forma semicircular de la sala permite cumplir con ese objetivo.
En términos de obra civil, el teatro ya está finalizado. Queda instalar el ascensor para discapacitados, los pisos, las alfombras, las butacas y toda esa infinidad de “etcéteras” que hacen al revestimiento de esta enorme estructura de hormigón. Eso demandará entre seis y ocho meses. Una vez que se termine la obra, se abrirá el teatro, cosa que a Lerner lo pone un tanto nervioso. “Diría que lo que falta ahora es un administrador. Pero yo te repito lo que la otra vez hablamos por teléfono: «No hice un teatro para sacarme un problema de encima». Al arquitecto nunca le pregunté cuánto salía hacer esto.”
-Entonces, te lo pregunto yo.
-No lo sé… Yo fui para adelante.
Cierto. Hay sobradas evidencias. De hecho, le quitó metros cuadrados al lote vecino, que culmina sobre la avenida Corrientes para que el escenario fuera más grande. Tampoco construyó en el espacio aéreo porque en la terraza se imagina que, en otro momento, el teatro se pueda expandir. Y claro está que el metro cuadrado a una cuadra de Callao y Corrientes cuesta, y mucho. De hecho, para oficinas nuevas con todos los chiches, el precio araña los 3000 dólares. O sea que, de buenas a primeras, perdió más de 6 millones de dólares. Pero Lerner no se queja ni anda sacando cuentas. A lo sumo, al pasar, confiesa que no ve la hora de tener el teatro en funcionamiento para, según normativas vigentes, ahorrarse los 100.000 pesos anuales que paga por ABL.
Cuando compró el terreno, lo único que quedaba era la fachada de este edificio construido en 1926 para albergar una fábrica de bujías. En 1981, un chispazo intolerante intentó silenciar a gente cansada de estar silenciada. Por suerte, no hubo víctimas fatales. O sí: el mismo Teatro del Picadero que, si bien en 2001 intentó volver a la actividad, nunca pudo recuperarse, hasta que pasó por ahí un vecino que pegó la voz de alerta y acá estamos: frente a un imponente escenario que, antes de fin de año, volverá a nacer.
Fuente La Nación

28/4/11

Mitos

Por Mario Goloboff
Los mitos, como la gran literatura, se construyen con incertidumbres. Poca importancia tiene confirmar hoy que Moisés era tartamudo y, si lo era, porque guiada su mano por un ángel habría elegido el fuego antes que el oro en la mesa del Faraón, o que a Julio César le advirtieron, sin que él diera crédito a esos fieles consejos, que se cuidara muy bien de los Idus de marzo. Ninguna relevancia, para mujeres y hombres de nuestra tierra, y especialmente para los más jóvenes, que Evita tuviese el pelo verdaderamente negro o falsamente rubio o que antes de ser quien fue disputara cartel con actrices de primer orden, perdiendo casi siempre.
La lenta, involuntaria construcción del mito requiere de esas incongruencias; mejor aún, ellas parecen su más sólido cemento. La memoria de grandes acontecimientos lo perpetúa, y los pequeños son, siempre y misteriosamente, elementos que luego lo engrandecen. De una manera ilógica y casi demoníaca, todo obra en su favor. Por eso, los testimonios personales carecen casi de interés, y hasta uno mismo duda si lo que vivió fue bien vivido, si no se equivocó al juzgar, si la propia experiencia (que suele ser principio de autoridad y de verdad en otros casos) no traicionó, con su palpable y cruda reciedumbre, la más profunda validez de la leyenda.
En mi modesto caso, la vida me había preparado para rechazar los mitos de la época. Cómo no obturarlos si nací oyendo las voces, sí que crispadas, de un líder llamando a saltar las tranqueras, a romper las alambradas; si leí obligado en la escuela La razón de mi vida; si vi, un invierno del ’52, amparado tras las cortinas del living de mi acomodada casa paterna, en un anochecer y un desfile fantasmales, cómo lloraban solo las desposeídas, los pobres de mi pueblo natal.
No llegué a olvidar tampoco que una mañana de años antes, casi recién venido, había despertado y llegado a la galería cubierta y que mi abuelo tenía entre sus manos un diario de grandes dimensiones o que, acaso para mi humilde estatura, yo veía tan grande. Ha terminado la guerra, dijo alguien que no recuerdo quién, pero recuerdo indeleblemente que lo dijo. Vi que todos lloraban y que alzaban las copas y cantaban. Habían salvado sus vidas, nos habían salvado.
Sé pues, cuando muy niño, algo de lo que fue la guerra en Europa y la matanza de judíos. Soy apenas un chiquitín, pero ya sé (en fin, creo saber) quién fue Hitler y quiénes Roosevelt y Montgomery. Y los por entonces gloriosos Charles de Gaulle y Winston Churchill, y hasta Stalin. Sé (ya que todavía lo voceaban mis hermanos mayores) que Miaja sí y Franco no. Sé también, porque alcancé a deletrearlo sobre unos volantitos adheridos quizá provocativamente en las puertas del negocio familiar, que “Braden o Perón” (¿o fueron mis hermanos quienes lo deletrearon para contármelo después?). Sé de la guerra, sé de los buenos y de los malos, sé de la patria y de la antipatria. Sé de tantas cosas que un niño, en un país y un mundo corrientes, no debiera, corrientemente, todavía saber...
Hay muchas vivencias que se agolpan, pero no podría asegurar a ciencia cierta si se trata verdaderamente de vivencias o de recuerdos de otros que se introducen en ellas haciendo que sus vidas, anteriores, formen parte de la mía.
Así, los temblores ascendían y se multiplicaban a nuestro alrededor, y uno iba educándose entre ellos y en medio de esa historia que, cada vez más, formaba parte de nuestra temprana intimidad. Ibamos creciendo, y también la historia iba creciendo de un modo abarcador.
En nuestra imaginación, en el mundo simbólico de nuestra comunidad, lo que había sucedido del otro lado del mar podría estar reproduciéndose en estas latitudes, con ingredientes ciertamente originales y contradictorios, pero también con un trasfondo de discursos, de lemas, de actitudes y de personajes locales que, para unos cuantos, traían resonancias casi insoportables. Inocultablemente, el miedo se infiltraba en nuestras venas e iba creando un espacio de clamores y temores que gobernaría la existencia. Esta, además, no signada por ninguna religión ni creencia, iba a orientarse sin embargo desde la juventud (y un poco paradójicamente) por las sabias palabras del evangelista: “Hijitos, guardáos de los ídolos” (primera epístola de San Juan, 521).
Pero, como bien advertía Georges Dumezil, maestro eminente del Collège de France, quien consagró buena parte de sus 88 años al estudio de los aspectos lingüísticos y luego mitológicos de las civilizaciones indoeuropeas: “El país que ya no tenga leyendas, dice el poeta, está condenado a morir de frío. Es harto posible. Pero el pueblo que no tuviera mitos estaría ya muerto. La función de la clase particular de leyendas que son los mitos es, en efecto, expresar dramáticamente la ideología de que vive la sociedad, mantener ante su conciencia no solamente los valores que reconoce y los ideales que persigue de generación en generación, sino ante todo su ser y su estructura mismos, los elementos, los vínculos, los equilibrios, las tensiones que la constituyen; justificar, en fin, las reglas y las prácticas tradicionales sin las cuales todo lo suyo se dispersaría”.
¿Cómo entender, así, cómo revisitar desde tales impresiones y tales escalofríos lo que entonces pasó, los nombres que poblaron esos días y ese tiempo, esos sueños, esas visitas angustiantes de las figuras de la noche? ¿Y cómo medir la grandeza de los contemporáneos desde una visión tan personal, tan reducida?
Entre las improbables respuestas que he buscado a lo largo de años hay una, y solo una, que apenas más me satisface un tanto. Lo diré rápidamente y “con todas las letras”: la de la literatura. Solo desde el lenguaje poético puede, me parece, rozarse, reconstituirse esa realidad y, lo que es más importante, comprenderse. Bien dice Maryse Renaud, colega y amiga francesa (aunque antillana, nacida en La Martinica, es decir, en el mundo colonial), que “es del desprestigio del clásico concepto de Historia, de la comprobación de la imposible fiabilidad del discurso oficial, de donde nace la integración, incluso la celebración de la palabra popular”.
Habría que aceptar que fue esa palabra popular la que edificó nuestra verdadera historia, tal vez al lado de la que nosotros vivimos parcialmente o no vivimos bien o no alcanzamos a ver en sus enteras dimensiones. La pasión de una mujer que no se resignó a ser solo la esposa de un líder político y que, desesperada, profundamente herida por las clases poseedoras, sorprendida hasta el final por el poder que el destino había puesto en sus manos, se inmoló, literalmente se quemó, en una lucha desigual.
Es de esa disparidad, de esa sorpresa, de esa falta de discernimiento de los hombres y la historia (y de los hombres en la historia) que la literatura trata de dar cuenta, con los mismos titubeos y contradicciones que cualquier otro discurso social, pero con la certeza de que, por ser la única ficción que no niega su carácter, puede rodear, puede abarcar, puede arrojar nuevas luces (aún entre nuevas dudas) sobre los fenómenos colectivos. Allí están, pugnantes, presentes, siempre vivos, los textos de Rodolfo Walsh, los de Tomás Eloy Martínez, los de David Viñas, los de José Pablo Feinmann, Eduardo Mignona, Copi, Néstor Perlongher, Osvaldo y Leónidas Lamborghini...
Intentos, claro está, porque se trata de territorios y de lenguajes bien distintos, pero, al emprenderlos, se internan ya en un magma y, a pesar de todo, van obteniendo variaciones y reflejos de una verdad que, para siempre, seguirá siendo inalcanzable.
Justamente, ese carácter de inaccesibilidad es el que le asegura resistencia y persistencia. Lo mítico del mito es que no puede cercárselo, que no se acaba, que siempre continúa interrogándonos, más allá de toda razón, de toda lógica, de toda experiencia material, como la poesía.
* Escritor, docente universitario.